dc.description.abstract | Podríamos pensar que el epígrafe es apocalíptico porque sólo muestra la cara “negativamente globalizada” del mundo actual; empero, si bien es fácil ver que existen peligros, víctimas y victimarios, también es posible reconocer evidencias de solidaridad en las mismas denuncias de esa negatividad: el sólo hecho de manifestar públicamente la vulnerabilidad, la victimización y los daños colaterales dentro de una sociedad, es la evidencia casi banal de la existencia de la otra cara de la moneda: la de la solidaridad y, presumiblemente, de una política que se ve abocada a fundamentarse en la amistad para construir formas cada vez más avanzadas de vivir juntos y de solucionar los conflictos por vías menos onerosas que la exterminación del otro.
Habitamos un mundo individualista: somos individualistas. Este es el producto del proyecto liberal y capitalista que ha llevado inexorablemente por procesos de individuación entendidos como una nueva manera de orientar las acciones sociales y la economía de gobierno: un mínimo de coacciones, un máximo de elecciones privadas: libertad a ultranza (Foucault, 2007). Y en este contexto de cierto aislamiento del ser y de caída de objetivos universales de virtud, de todas maneras tenemos que encontrarnos con seres que comparten similares preocupaciones, y las mismas necesidades; sin embargo, nos habita un “narcisismo colectivo”, que al mismo tiempo que individualiza hace que nos encontremos “porque nos parecemos, porque estamos directamente sensibilizados por los mismos
objetivos existenciales” (Lipovetsky, 1987, p. 14). Encuentros sí, pero muchas veces en vez de amistad este narcisismo junta soledades vecinas incapaces de construir proyectos afectivamente comunes, pero sí construye comunidades sin afecto. | spa |