Abstract
El vigilante: Llegué temprano, justo a la hora acordada, instantáneamente abrí la sala de velación, no sin antes fijarme en toda la soledad exterior, sin un familiar, ni un amigo, luego vinieron con el gran ataúd negro, y rápido, sin palabras, lo pusieron minuciosamente en el centro. El rito era tan antiguo y persistente que ahora estábamos listos ante cualquier extravagancia, y por eso, cualquier extrañeza era imposible, sin embargo, esta mañana hizo un frio inusual, se sentía una soledad imponente, fogosa, entonces fui hasta la caseta a fumarme un cigarrillo y a decirle a la muchacha, qué linda, mientras me deleitaba con los ojitos verdes sorbiéndome el aroma a café.