Abstract
Ha muerto el gran campesino bergamasco. Cuando la Radio Vaticana anunció su marcha hacia el inmortal seguro, las ondas llegaron a todos los confines de la tierra, suscitando lágrimas y plegarias en todas las religiones del orbe y aun entre los paganos.
Jamás perdió su condición humilde, ni la púrpura, ni la tiara le sirvieron como pedestal de grandeza personal sino como pastoral compromiso con Dios a quien amó sobre todas las cosas y con el prójimo por quien se ofreció a la hora de partir. "Este lecho, decía moribundo, es una cruz.
La cruz necesita una víctima; héme aquí postrado por los pecados del mundo".